miércoles, 24 de agosto de 2011

Es el dolor lo que me hace sentir viva, una vez más.

Y entonces te sientes como si todo el mundo te hubiera pateado, como si hubiesen caminado por tu espalda, sobre tus hombros, sobre tus piernas y tu carne se hundiera en el suelo empedrado, sangrante.
Me está mirando pero no quiero levantar la cabeza. Noto su luz, su presencia, como si me quemase el corazón. Noto como sus iris recorren mi cuerpo mlatrecho y soi incapaz de moverme.
Sus alas se extienden sobre mi, ocultando el sol tan ansiado. Todo se vuelve penumbra y el frío empieza a recrearse en mí y en mi desgracia. No quiero dejar todo esto atrás, aunque me duela, aunque me desgarre. No quiero olvidar el dolor, la angustia. No quiero olvidar lo mucho que amo a este ser. No quiero olvidar sus alas de plumas, sus manos mordidas. No quiero enterrar sus ojos, ni su sonrrisa, ni sus labios.
No quiero mirarle a los ojos, alzar la vista y encontrarle glorioso ante mi, a sabiendas de que el pudo superarlo, seguir hacia adelante, volar hacie el horizonte. No quiero sobrevivir, tampoco quiero seguir viviendo si no es con él.
Y sigo aquí hambrienta de su dolor, de su recuerdo. No quiero saber que me sigue amando, porque tampoco quiero ser participe de su dolor, de su nobleza. No quiero saber que otro ángel lo espera más allá del arco iris, que le ama. Aunque yo fuese la primera persona en conocer la verdad.
Yo quiero continuar con este dolor, porque es el dolor de amarle lo que me hace seguir bombeando sangre.

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